martes, 26 de mayo de 2009

Los Soplos de Dios
Dionny Cabrera Pérez
Los profesores de mi generación

Paradigmas de la pedagogía de apasionada vocación

Los rotativos y noticiarios nacionales nada dicen de la vida silenciosa de millones de hombres y mujeres sin historia que a todas horas del día y en todos los pueblos de la nación se levantan a una orden del sol, de su reloj o sencillamente despiertan como de costumbre y van a sus campos, lugares o puestos de trabajo a proseguir la sombría y silenciosa labor cotidiana y eterna, esa labor que echa las bases sobre las que se alzan los "islotes de la Historia". Unos de esos hombres y mujeres a los que la prensa nacional nunca dedicó una sola línea es al cuerpo de profesores que esculpieron los primeros bachilleres egresados del Liceo Pedro María Espaillat del Municipio de Navarrete. Hoy rescatamos de ese olvido a nuestros queridos profesores para desatar la pequeña gran historia de los hombres y mujeres anónimos que también tienen su relevancia para quienes procuramos el "Rescate de Nuestra Memoria Histórica" en pos de que esta reminiscencia extraída del olvido llegue, conmueva y provoque reacciones.
Los estudiantes Navarretenses vivimos un tiempo en que lo primero que se hacía en las escuelas y el liceo era izar la bandera, rezar y cantar himnos patrióticos. Era una época de profusa miseria, escasez alimentaria y estrecheces económicas, en la que maestros y alumnos pasaban mucho frío en nuestro tropical invierno, nos asábamos de calor cuando llegaba el verano y teníamos que soportar las torrenciales lluvias de mayo por la imprevisión meteorológica...
Era la escuela que durante el balaguerismo-trujillista instruía y adoctrinaba según las directrices del régimen surgido entre interventores botas en pies y eclesiásticos doblegados por su avaricia. Eran aulas donde se formaba a 35 ó 60 alumnos, de cuya instrucción se encargaba un sólo maestro. El material escolar era escaso: a base de cartillas para aprender a leer, libros y enciclopedias donadas por la llamada Alianza para el Progreso de USA, que servían para todas las materias y una mascota y un lápiz de grafito para los ejercicios.
Para comprender cómo era la realidad educativa en Navarrete y el país a lo largo de mas de cinco décadas pasadas habría que adentrarse en una larga y tediosa exposición y ese no es el fin de este soplo evocador, si no describir nuestras vivencias como alumno con los maestros de varias generaciones de Navarretenses en el liceo Pedro María Espaillat.
He podido constatar, durante mi trayectoria de estudiante, que sólo los seres nacidos con un cierto don, con un designio o una gracia especial e ineludible -y no estoy hablando propiamente de un don intelectual-, si no de una relación interior con los niños y adolescentes, podían ser buenos maestros. Y muchos presuntos docentes son, en cierto modo, prisioneros de la escuela como "fuente de empleo", se sienten desgraciados en ella pero no pueden salir de allí, morirían de un infinito ayuno cuaresmal; habría que hacer un puente de plata a estas personas, que no son peores que otras comunes y corrientes, para que se puedan ir; y entonces, para que la educación dé el salto gigante que hoy requiere, vendrán a reemplazarlos jóvenes entre los cuales habrá pedagogos natos, sin la muleta partidaria como tarjeta de presentación.
A mi, como a muchos de mi generación, nos toco la dicha de ser alumnos de profesores de la talla irrepetible de Napoleón Reyes, Luz Ester Vargas, Betania Barranco, Nicolás Faña, Aura Morel... fueron maestros dotados de una actitud coherente ante sus alumnos pues conocían y dominaban su materia extremadamente bien, lo que implica un sentido agudo de la historia y de los problemas que se ha planteado y se plantea la enseñanza que impartían.
Como estudiante de una época y, como muchos de mi generación, disfrutamos la dicha de ser alumnos de profesores de la calidad incontrovertible de Rafael -Fello- Barranco, Pedro Núñez, Fiordaliza Abreu, Rafelito Guadalamar, Yolanda Binet... docentes instruidos, académicos con formación y pensadores, que se centraban en el proceso enseñanza-aprendizaje, tanto en el suyo como en el de sus estudiantes, lo que suponía que esperaban siempre "más" de sus alumnos.
A mi, al igual que a muchos de mi tiempo en el LPME, fuimos favorecidos al ser alumnos de profesores de la estatura pedagógica de Agustín Guzmán, Rosita López, Pedro Núñez, Rafael Zapata, Vargas Genao, Rafael Balbuena... que favorecían la forma de razonar y actuar que se espera en la vida diaria, lo que lleva consigo enfrentar a los alumnos con problemas importantes, con tareas auténticas que les plantean desafíos, a sabiendas de que van a contar con la ayuda necesaria. Docentes que animaban permanentemente a la cooperación, a la colaboración, al diálogo, al intercambio y al compromiso con la clase y con el aprendizaje.
A quienes fueron agraciados por ser alumnos de profesores de la notoriedad de Carmen Bejarán, Norma Reyes, Nani López, Miladis Cabrera, Adriano Cabrera, Pedrito Bisonó... generaciones de profesores que diseñaban tareas y objetivos de aprendizaje para promover la confianza en los estudiantes e infundirles ánimo, proporcionándoles desafíos, lo que representaba una gran confianza en estos, además se referían permanentemente al valor de una educación integral en comparación con otra fragmentada en asignaturas sueltas.
Los jóvenes que fueron afortunados al ser alumnos de profesores de la reputación de Marisela Duran, Inmaculada Cabrera, Valoí Mercado, Miguel Ángel -Guelo- Guzmán... deben estar concientes que ese parto de profesores que siempre consideraban la instrucción como un trabajo vocacional, creativo, serio e importante, como un empeño que se beneficia de la observación cuidadosa y el análisis minucioso, de la revisión y de diálogos con colegas, sus alumnos y críticas de iguales. Hablaban de enseñar a comprender, aplicar, analizar, sintetizar y evaluar certezas. Tenían un fuerte sentido de compromiso porque la comunidad estudiantil superara cada nivel.
La concepción del don o gracia especial suele tomar diversas formas y grados como carisma personal, calidad pedagógica o capacidad relacional. Este planteamiento, que aflora en muchas conversaciones entre académicos, docentes y hasta pulidos incultos, da por hecho que esta cualidad se posee o no se posee y que, en consecuencia, hay algunas personas que sirven para la docencia y hay otras que no. En nuestra época estudiantil podríamos afirmar sin ser alabarderos ni claque de nadie, que fuimos una generación muy agraciada y debemos alzar nuestras laureadas voces a los cuatros vientos izando en lo mas alto de nuestros firmamentos la orgullosa bandera de la calidad pedagógica, el carisma personal, la capacidad de entregarse y la ardorosa alegría de enseñar que siempre nos demostraron estos fascinantes catedráticos escultores de altos vuelos.
Pedagogos que trabajaban por vocación, sin salarios atractivos ni material didáctico adecuado, en recintos inadecuados, inclusive muchos de ellos viajaban diariamente desde la ciudad de Santiago, con Roque Méndez -como los casos de Balbuena, Inmaculada, Miladis y Agustín-, profesores que carecían de un gremio que los defendiera, no había un seguro de salud como hoy, sin embargo, esas privaciones salían sobrando porque lo que les animaba era su irrefutable vocación rebosante de regocijo y agrado con que asumían su abnegada entrega, siempre nos insistían en la necesidad de fortalecer los valores cívicos, éticos y morales porque “hay una pérdida de valores generalizada en la sociedad dominicana" nos apuntaban.
Creo que el entusiasmo tiene mucho más que ver con los proyectos personales que con las condiciones materiales de existencia. Afortunadamente, aquel que se considera docente no basa su optimismo en los apoyos o en las trabas que recibe. Simplemente, asume su proyecto personal y lo lleva a cabo lo mejor que puede…
Recuerdo que el profesor Zorrilla nos daba Lógica, en cuarto de matemáticas, cuando esa asignatura no estaba en el Plan de Clases Oficial, no obstante, nos fue de grandiosa y excelente utilidad cuando llegamos a la universidades pues el haberla recibido como materia colocó a los alumnos egresados del Liceo Pedro María Espaillat de Navarrete en una situación de Nivel Superior frente a estudiantes de secundaria de otros pueblos de la región y el país que desconocían la existencia y contenidos de asignaturas que requerían el conocimiento de la referida materia. Esto parece una mala noticia, pero creo que también nos permite suponer que mientras existan personas capaces de asumir los con acciones los desafíos –como la de Zorrilla-, habrá buenos docentes y mejores egresados.
¿Que pasaría, si ahora echáramos la culpa de toda esta mala educación en que están sumida en esta sociedad los profesores? Los estudiantes de magisterio salen de la universidad con ganas de enseñar y de iniciarse en su profesión, pero es muy desagradable encontrarte alumnos con pésima educación familiar que no tienen ninguna motivación por aprender, algunos de cuyos padres los envían a la escuela para salir de ellos. Todo esto, arraigado a un mal comportamiento que hace que los profesores pierdan sus estribos y pongan a prueba todo tipo de técnicas (desde las mas pedagógicas a las menos) con tal de "controlar la clase". Todos sabemos como debería ser un buen profesor y ciertamente muchos de nosotros lo hemos vivido, ¿pero dónde esta el decálogo sobre lo que debería ser un buen grupo de alumnos?. Seamos justos... no le echemos toda la culpa a los profesores de hoy.
Sin embargo, esta distinción en nuestros días es todavía más apremiante en la formación orientada a la educación secundaria, donde predominan los "licenciados" cual verdolaga en los campos, que se acercan a la docencia sin verdadera vocación cuando encuentran que el mercado laboral no necesita tantos abogados, biólogos, filólogos o sicólogos. Imperceptible problema: jóvenes sin vocación docente que tampoco poseen el citado don pedagógico
Hay que destacar, como mérito de nuestros profesores, la afluencia de las dos primeras generaciones de bachilleres egresados del LPME de Navarrete en 1970-74, 1971-75 pues fue un hecho de impacto imposible de acallarse, pasar inadvertido o ser ignorado entre profesores y estudiantes en los recintos universitarios -UCAMAIMA-UASD. Su presencia en las aulas universitarias marcó un nivel, irradió un magnetismo generador de una influencia que resplandeció cual áurea en torno a los alumnos Navarretenses. Constituyéndose en modelos, muy a pesar de que estos titulados procedían de un pueblo pequeño y un liceo público, frente a otros oriundos de "ciudades" con nombre y egresados de colegios de las élites del Cibao y el país.
Fue así como los primeros dos grupos de jóvenes bachilleres egresados del LPME se alzaron con los mas altos índices académicos de ucamaima y los de la UASD fueron exonerados de los exámenes finales de asignaturas como química, biología, matemáticas o Lengua Española, en el Colegio Universitario. Proeza alcanzada como lógica consecuencia de esa calidad de profesores que cincel en labios y martillo en mano dibujaron y tallaron un producto de primera calidad que enviaron a un competitivo mercado seguros de su idoneidad.
Podría afirmar treinta años después, como ejemplos que, las consagradas profesoras Carmen Bejarán, Norma Reyes, Iluminada Cabrera, Yolanda Binet, Rosa H. López, Luz Ester Vargas, Fiordaliza Abreu, Marisela Durán, Nani López... estaban poseídas de lo que la pedagogía moderna ha dado por llamar el "tacto pedagógico", que no es un discurso bondadoso al margen del mundo real. Fue un singular paradigma imborrable de relación pedagógica -profesor-estudiante-comunidad-, que observamos retropestivamente, pues ellas promovían con su encantadora y graciosa acción en el aula, con todos sus alumnos la receptividad, eran sensibles a nuestras subjetividades, procuraban una influencia sutil, inteligente, siempre nos mostraban seguridad ante nuestras dudas y dificultades, nos protegían como alumnos indefensos y anhelosos de conocer su alegría de enseñar. Su tacto pedagógico se extendía hasta la consulta familiar -al observar decaimientos en un alumno-, razón por lo que ese estilo de trabajo en el aula podría ser considerada como la sensibilidad pedagógica que deberían adoptar los docentes natos de hoy.
Por ser poseedores de esa alegría de enseñar, de esa pedagogía de entusiasta vocación hoy, muchos de estos excelentes académicos que forjaron a varias generaciones de estudiantes encontraron por sí mismos la estación auténtica que los llevó al recinto donde no se peca de ignorancia en el cual aciertan realizando una excelente labor como catedráticos contribuyendo a esculpir nuevos profesionales en diferentes áreas del saber. Otros han permanecido incólumes apegados como hiedras a su LPME y las nuevas generaciones de bachilleres que les ha tocado pulir cual duro mármol en medio de las novedades que le obsequia la realidad social de hoy.
Es asombroso y lo que me agrada es saber de buena tinta que todavía queden profesores entusiastas, comprometidos y dotados de tacto y sensibilidad pedagógicas, se que los hay, para que mañana pudieran ser considerados auténticos docentes, brillantes académicos, como valoración de sus alumnos removidos.
Lo que encontramos en el cielo inequívoco de estos espejos de la pedagogía de apasionada inspiración, es un firmamento henchido de hermosas obstinaciones tan escarpadas como acantilados golpeados por la seducción gravitatoria, una elección moral de apego reverente al ejercicio de un don legado a generaciones agradecidas por habernos beneficiado de su designio para iluminar las trayectorias de alumnos con sus aportes...paradigmas que nos revelan el ilustre encanto de belleza del ejercicio con refulgencia de la enseñanza producto de la aptitud manifiesta cual insignia de vocación consustancial al Ser en Cuestión, retratos vivientes de pedagogos intactos que ejercieron y ejercen la enseñanza con satisfacción... cual Soplo de Dios.

No hay comentarios: