martes, 22 de diciembre de 2009

El enigmático secreto de las empanadas de Pun Pun

El enigmático secreto de las empanadas de Pun Pun
LOS SOPLOS DE DIOS No. 25

Por : Dionny Cabrera Pérez


Si a usted como navarretense, con mayoría de edad, alguien le preguntara: ¿Quién es el señor EPIFANIO COLLADO CAMPOS? Estoy seguro que jamás podría decir que le conoce, estoy seguro que su contundente respuesta sería: No le conozco o no sé quien es. Pero si en cambio le dijeran: ¿Quién es Pun pun? Automáticamente respondería: el señor que vende las mejores empanada del mundo.

Pun pun hombre tacaño de palabras, siempre vestido de ternura, de caminar sin pisar el suelo, ágil y cálido como el viento caribeño que nos regalan las impetuosas olas marina desde su distante y constante golpear costero en media isla poblada de políticos ñames que viven cual bichos del Presupuesto Nacional y una manada de pretendidos comunicadores inconcientes de ser puro boniato.

Pun pun y la señora Nidia de Collado, su esposa, oriundos de las llanas tierras septentrionales del Diego de Ocampo, Palmarejo, Villa González llegaron a esta consignataria e imantada Aldea de Navarrete en las postrimerías de los años '50, durante la década agónica de la dictadura de Trujillo y adquirieron un solar en la periferia de la Aldea, al fondo a la izquierda, en lo que hoy es la 16 de agosto, en el que construyeron su casa, establecieron su familia donde les correspondió vivir el resto de su estadía en este pueblo, levantando allí su larga prole y su medio de trabajo, su casa-taller de toda una vida.

Hombre simple, de vida sencilla, sin complicaciones, que puso todo su empeño en el quehacer de su trabajo y la guía de sus hijos a su imagen y aproximación. A quien -sin ser egoísta-, jamás le importó la falta de oportunidades, en el régimen de distribución de los privilegios de la Aldea; él creó su oportunidad al unir su fructífera vida a su compañera esposa Nidia y mas cuando erigieron su casa-taller que les garantizó la distinción de asumir la vida por el camino que ellos mismos se trazaron, sin ataduras ni mandarines, ni amos, con lo que rindieron tributo y cantaron las verdades de una pareja que supo enfrentar la arrogancia y la insolencia de los políticos corruptos que adornan nuestro escenario sin mirar las vidas que podrían arruinar con su accionar, aquellos que gozan el caudillaje efímero y que luego serán tratados con merecidos ingratos recuerdos colectivos .

En su humilde hogar convertido en una casa-taller y con la laboriosa colaboración de su companera e hijos, Pun Pun durante mas de medio siglo elaboró -bajo el mas enigmático secreto la fórmula de un producto distintivo y único en el país-, unas calientitas y exquisitas empanadas elaboradas usando la yuca como materia prima, estas empanadas venían rellenas de carne molida con papa y otras añadiduras, que desde que salían de la ardiente paila para ser colocadas en la bandeja y luego al inconfundible recipiente de cartón en la que Pun Pun las distribuía, estaban condenadas a no regresar luego del corto y calculado recorrido que habitualmente éste realiza hacia los diferentes lugares de la Aldea donde no necesitaba promover su producto, bastaba su presencia para saber lo que traía en su proverbial caja de cartón. A quien grandes y chicos reclamaban: !Déme un par! Era difícil conformarse con una.

El sobrenombre de Pun pun es una estampa de las representaciones pictóricas que los navarretenses la asociamos de inmediato al rico olor y tibio sabor: las empanadas, cuya marca se llamaba Pun Pun, ya que era algo delicioso, apetitoso, agradable, que sentimos muy nuestro, como una partecita de nuestra identidad sociocultural y que su productora y distribuidor concibieron siempre, bajo el mas enigmático secreto personal. Por cuya culpa el olfato del público y transeúntes era asaltado de manera constante y con clamores ante el asomo de la estela del olor que dejaba a su paso el agradable producto, que únicamente se distribuía en las mañanas.

Es y ha sido un hecho a destacar y encumbrar -frente a las conductas desvergonzada de los funcionarios de la administración pública local-, que Pun Pun levantó con los dignos y transparentes ingresos de su infatigable trabajo una numerosa familia. Esta introvertida pareja, durante su estancia entre los vivientes, no le hizo daño a nadie y estuvieron una vida anónima, fueron almas gemelas que nadie pudo endilgarle un hecho incorrecto o referirse a ellos en forma negativa pues sus vidas estuvieron dedicada a su trabajo y a su familia, eso si, persistentemente existió un fisgoneo cual hormiguero de inquietas interrogaciones para descubrir la receta y la culinaria ceremonia con la que su mística esposa, conquistaba y cosechaba tan rico producto final hijo del arraigo a las tradiciones culturales de sus ancestros, cual Soplo de Dios, enigmático secreto que inexplicablemente llevaron a la tumba.

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