martes, 22 de diciembre de 2009

FIFE TORIBIO

Una leyenda matrona de varias generaciones de navarretenses "jolibuseros[1]"
Los Soplos de dios No. 28


Por : Dionny Cabrera Pérez

FIFE TORIBIO llegó a esta Aldea en la década de lutos perpetuos en la sociedad dominicana. Asesinatos físicos y morales y otras formas de violencia colectiva patrocinadas desde el Estado personalista con diversas magnitudes, intencionalidades y secuelas que han ensangrentado la geografía nacional sin encontrar, a la fecha, justicia verdadera.

En efecto, en esa época, las torturas y desapariciones forzadas -a los adversarios al naciente régimen dictatorial-, produjeron el desplazamiento y desarraigo de pobladores de muchas comarcas; la destrucción e incluso liquidación de núcleos familiares, la destrucción de entidades diversas, y otras formas de acción colectiva; y hasta la muerte de diferentes causas indirectas -incluso por causas emocionales, la "pena moral"-, de numerosos sobrevivientes y sus familiares, de las que la dictadura no dejaba huellas ante la arbitrariedad criminal del poder.

Fife Toribio, es originaria de Macorís del Limón, Villa González. Emigró a estas polvorientas tierras de Navarrete siendo apenas una adolescente, cargada de ilusiones, sueños y esperanzas justo en el instante del auge de la dictadura de Trujillo, afiló su espíritu emprendedor, preparó su maleta y otros ajuares en su viaje sin retorno rumbo a estas tierras durante la tragedia del río humano que tiño de sangre el masacre con el exterminio mas de 30 mil haitianos; Aun, la respuesta de la sociedad toda no ha sido tanto el estupor o el rechazo, si no la rutinización y el desnudo olvido.

En el plano socio político, dicha masacre cumplió los múltiples objetivos de los perpetradores: Bloqueo de la estrategia conspiradora en la Región y el país; neutralización de la potencial acción colectiva de los adversarios políticos e instauración de un verdadero contrapoder abusivo que aun vive hoy día, "en un país con colmillos, donde la democracia tiene enroscada en el corazón una serpiente de cascabel[2]".

Hoy, cuando me enteré del fallecimiento de esa leyenda, esa matrona, esa verdadera majestad de varias generaciones de navarretenses, sentí un fuerte palpitar en el interior de mi alma, vi por un instante su alborozado rostro, sus cejas delineadas...su cabeza cubierta por su blonda ... recordé sus espontáneas y fluidas lagrimas que ante cualquier detalle afectuoso hacia ella brotaban del alma a través de sus redondas pupilas ... percibí sus piernas guarnecidas por sus perdurables largas medias, contemplé la inmortal sonrisa juvenil que siempre nos dispensó a todos y cada uno de sus hijos adoptivos, que fuimos los de mi generación, anteriores y posteriores, a la mía... pensé que sin duda era imposible compartir ese tesoro espiritual que disfrutamos y hacer entender la admiración, el respeto y el entusiasmo que sentíamos muchos navarretenses hacia nuestra "Tía Fife", como siempre le dijeron y nos enseñaron a decirle sus mas cercanos sobrinos, los hijos de Aminta, su hermana. Su muerte me conmovió mucho

La vida de FIFE es lo mas parecido a una sobresaliente crónica de leyenda de un mundo en declive que esta detrás de la melancolía que siempre percibí en lo recóndito de su personalidad. Fife, era un ser libre sin ataduras, asequible, tocable, agradable, inofensiva, tan cercana a cada uno de nosotros, como nuestra piel; cuyo reproche era buscarle el lado amable a las dificultades de la muchachada,; su falda y brazos fueron nuestros compinche y refugio al evitar una "pela", que siempre congenió con todos con la misma compasión de madre por instinto y natural vocación; que nuestra ilusión de encontrarnos con ella, por sólo unos instantes de nuestras vidas, para recibir su apretón de pecho, de abrazos, sabiendo que podíamos tocarla o que sus ojos nos concedieran infinidad de segundos de profundo reconocimiento a través de la ternura de su mirada, era lo menos que recibíamos de ese ser de encantos, fascinaciones y creadora de fantasía juveniles ya idas, que llenaban de vida y esperanza nuestros corazones.

Como la determinación amorosa que un buen hijo busca en el cobijo de su madre era la actitud de todos los niños, jóvenes, adolescentes y adultos fue siempre nuestra actitud frente a Fife, que sin haber gozado del privilegio de ser madre, Dios le concedió el Don de poseer el alma de infinidad de madres juntas ya que ella encontró felicidad a plenitud en la crianza de sus hijos adoptivos, lo que otras encontraron en el matrimonio y el alumbramiento. Para ella todos éramos sus hijos preferidos, a todos nos brindaba el mismo amor, afecto y una ternura con la que era capaz de acariciarnos.

En la vida cotidiana de Fife también se entrecruzan historias de amor, saliendo ganadora el Amor de Madre Generosa. Su vida describe a una Aldea a partir de las perspectivas de unos personajes de una película de la vida real que sin dejar de ser universales luchan por no perder su identidad ni la manera de ser, defender sus valores y su arraigada cultura campesina. También con ella se retrataba y deslizaba una tradición culinaria a punto de desaparecer: "los chulitos", y a un personaje que teme al cambio de su estilo de vida y de la estabilidad de su entorno familiar debido a las transformaciones que suceden en el mundo que va dejando atrás resistiéndolo.

FIFE sabe escapar airosa del melodrama, del falso lagrimeo populista de los demagogos políticos y de las discusiones de aposento para mostrar los teatrales conflictos y contradicciones de sus personajes dentro de un "guión de la vida real" que sobresale por la precisión de sus "diálogos", la sutileza de los silencios adulones, la espontaneidad gestual, de una esmerada "directora" viviente y efectiva que refuerzan la agilidad irrepetible de la historia de nuestra matrona "jolibusera".

La vida de Fife, cuyos principios y valores culturales heredados de sus antepasados, los visualizo como un homenaje al inesperado cambio que a la larga afecta al ser humano en períodos de transición histórica poco perceptibles. Y demuestra que esos cambios no sólo son inevitables sino necesarios porque incorporan nuevos valores que enriquecen éstos y las tradiciones para que puedan seguir de generación en generación.

Aun, al lector que no sea de mi generación le parezca pura retórica y que estamos frente a una ficticia aventura cuasi fílmico-vivencial que no sólo entraña la transición multigeneracional sino también la evolución de la manera de enfrentar los sentimientos personales e íntimos frente a las distintas circunstancias de una nueva forma de ver y entender el crecimiento emocional, espiritual, la felicidad, el amor y otras categorías que dependen del espíritu humano, llena de cimientos que, en Fife Toribio dan vida y significado a la remembranza histórica de nuestro pueblo.

Sin embargo, como paradoja del destino, unos segundos más, unos menos y un ruido de unas llantas chillando sobre el pavimento cambiaron el sentido y costumbre de su vida, rompieron el silencio que había creado la mágica expectativa del paso de su majestad Fife desde su casa a la acera del frente, su cuerpo, sus envejecidos y extenuados huesos caían vencidos al lento pero fulminante impacto de dos toneladas de hierro y hojalatas sobre cuatro ruedas que, cual bestia le fue encima sin proponérselo, sin piedad ni compasión, postrándola desde ese instante a permanecer entre la brega al caminar y la fastidiada estancia sobre una silla de ruedas que no pensó se convertiría en su compañía de infortunios por el resto de sus días con vida.

Una mujer de mirada franca, nacida en el macizo de la cordillera septentrional, ingenua y entusiasta, llenó de aprecios, de enorme sensatez, laboriosidad y amistad a todos, ha muerto, me ha cambiado el ánimo, me ha remitido al pasado, y he rescatado de ahí la imagen de la mujer siempre a punto de un abrazo o de un buen consejo. Dejó de estar con nosotros, perdida su memoria absoluta, desde hacia tiempo, y ya esa fue una dolorosa despedida.

FIFE quiero honrarte también, porque conocí y admiré tus urgente y necesario accionar como ejemplo de ciudadana íntegramente laboriosa, autosostenible, cual organismo autotrófico en este bullicio de olvidos, deslealtades, banalidades, indolencias e injusticias institucionalizadas, por lo que en la inmensidad del vacío que consiente en tu partida, dejaré colocada una flor en tu memoria con el empeñó de continuar mereciendo haber sido uno de tus hijos y mi única Majestad Aldeana sin séquito de claque por conveniencias.

Mujer de carácter apacible, solidaria, generosa, humanista, pero de recia personalidad. Mantuvo una amistad inquebrantable desde su niñez con la negra tamborera, su leal amiga: Vitalina Hinojosa, a quien cuidó hasta su muerte. Su casa fue siempre hospedaje de familiares, amigos, emigrantes e inclusive, transeúntes. Siempre trato a los demás sin malas caras, desbordando cariño y ternura. Al momento en que sus hijos adoptivos se marcharon, otros ocupamos sus puestos para acompañarla en el silencio de cada noche sucesoral.

Con FIFE la sociedad navarretense acaba de perder a una matrona de varias generaciones de "jolibuseros", a una de sus integrantes más agradables, conspicua y canera por excelencia. Ella fue nuestra máxima representación cuando con el desarrollo y crecimiento demográfico y morfológico de este polvoriento terruño, a nuestro "sector" -desde la Santa Ana hasta donde se encuentra hoy el hospital viejo-, en la década de los '50 le llamaron: "Hollywood" durante un largo período tiempo y a sus habitantes le aplicaron el criollo gentilicio de: "jolibuseros". Razones. Las ignoro.

Porque como dijo Cicerón "La vida de los muertos está en la memoria de los vivos". Fife tuvo una "...una dulce muerte", como dijera da Vinci.

Tengo la sensación de que en cada muerte se reviven todas las anteriores, llorar por todos tus muertos. Además, veo como poco a poco van "desapareciendo" mis mayores, mis conexiones al pasado, a la infancia. Es ley de vida pero no por ello deja de ser duro. Y también me hace ver más cerca la enfermedad y la muerte, algo que cuando eres joven ni te planteas. Me hace enfrentarme al deterioro del cuerpo, a la pérdida de vitalidad, que cada vez viviré más en primera persona, y que cuesta asumir con naturalidad.

Creo que en la vida no hay apenas certezas, salvo la de que igual que nacemos, un día moriremos, "nuestro paso por la vida tiene fecha de caducidad[3]". Y si esto es así ¿por qué tenemos una relación tan mala con el dolor y la muerte? Esta claro que nadie quiere sufrir (todos funcionamos con la máxima de “buscar el placer y evitar el dolor”) y que pensar en la muerte asusta porque no sabemos qué nos espera (aunque en esto quienes tienen fe llevan ventaja).

Pero no quiero acabar en un tono pesimista porque "la muerte es la otra cara de la vida". Y creo que Tía Fife, una leyenda matrona de varias generaciones de navarretenses "jolibuseros", ha tenido una vida muy plena, intensa y con sentido a pesar de las dificultades, cual Soplo de Dios. ¡Ha sido una suerte haberte conocido, tratado y haber sido uno de tus tantos hijos adoptivos! y si alguna vez halló los sueños que escondían sus ilusiones y sus esperanzas, no lo supe !jamás!

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